sábado, 21 de enero de 2017

Capítulo 29


Hola mi gente linda! Así es, soy yo, otra vez molestándolos XD ya ni sé qué decirles con respecto al tiempo que ha pasado sin actualizar... ya creo que están acostumbrados a mi impuntualidad, aunque esta vez reconozco que fui más que impuntual. De verdad no quería demorar tanto pero, queridos míos, la vida es una cosa muy complicada. Sin embargo, sepan, SEPAN, que yo jamás voy a abandonar esta historia, así ya no me lean y pasen muchísimos años. 

El último capitulo publicado data de abril del 2016, lo sé, sé que es mucho, pero mi mente no me daba, simplemente no me daba como para que pasara un año sin actualizar. En mi cabeza, si alguien no actualiza luego de un año, ya no actualizará más.

Por ello disculpen si quizá este capítulo no les guste tanto. De verdad que fue un poco difícil volver a escribir, sin embargo me esforcé para hacerlo lo mejor posible. Estoy algo oxidada y tuve que leer de nuevo la historia para coger el hilo. Espero ir lentamente agarrándole en sentido.

Este capítulo se lo dedico a Carlota, Fatima y Juana, de veras, chicas, sus comentarios con la historia son los que me han motivado a traerles este capi hoy... tal vez ya ni me lean, pero tenía que decirlo.

Como siempre, y esta vez si lo recomiendo de verdad, lean los capis anteriores para que recuerden de qué va la cosa... si me tocó leerlo a mí JAJAJ

Sin más... a leer!!!


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La habitación entera se ha quedado en silencio. Me siento un poco fuera de lugar porque justo ahora parece que nada más existieran Clare y ese señor, debido a la intensidad de sus miradas dirigidas hacia el otro. La sra Ganger parece que hubiera visto un fantasma, pues su piel había empalidecido y sus ojos casi se salían de sus cuencas; mientras que el alto hombre lucía como si estuviera a punto de llorar. Mi mente me devuelve a lo que él dijo apenas entró… <Madre>… ¿será posible? Recuerdo que Clare mencionó algo de que era una historia que no prefería contar en el momento… ¿Tendrá algo que ver con este señor? Marcus… creo que fue el nombre que dijo Clare.

—Madre… —vuelve a decir Marcus acercándose a pasos lentos a mi compañera de mesa— No… no pude estar más tiempo lejos sabiendo lo… lo de… de pa… papá…—termina el hombre cayendo arrodillado a los pies de Clare.

Los ojos de la sra Ganger se cristalizan y por el rabillo de mi ojo noto que tiembla. Reprimo el impulso de acercarme y envolverla en un abrazo o tomar su mano debido a que parece como si estuviera a punto de derrumbarse… del shock o del dolor, no sabría decir. El hombre se inclina hacia delante y posa su frente contra el regazo de Clare, sacudiéndose en espasmos de lo que descubro unos pocos segundos después, son sollozos. Revolviéndome un poco incómoda en mi asiento; esta imagen en serio que es algo difícil de ver. Y más cuando, lenta y temblorosamente la Clare acerca su mano a hacia los cabellos oscuros del hombre y acaricia su cabello en la muestra de afecto más dolorosa que he visto jamás. No quiero levantarme e irme porque eso sería algo grosero, pero tampoco quiero decir algo e interrumpir el momento con palabras necias, por lo que al final decido quedarme donde estoy pretendiendo no escuchar ni ver en su dirección. Definitivamente esto es un reencuentro en familia y esperaré hasta que las aguas se calmen para hacer notar mi presencia.

El cuarto entero se llena de sollozos silenciosos por parte de ambos, lo cual inevitablemente afecta mi humor de la manera que era de esperar. Sin querer me hundo en mi asiento y yo misma empiezo a fundirme en toda esa aura de tristeza y desolación. Esta familia, porque son una familia indiscutiblemente, llora por la pérdida de un ser querido. Y puede que no se hayan visto en muchos días, meses, años…, pero cuando un suceso de la magnitud de éstos pasa, no importa la lejanía, ni el tiempo, ni las diferencias… todos se reúnen en pro de un mismo objetivo. Y es no sentirse solos, compartir ese dolor, y quizá, calmarlo gracias a esa compañía.

De repente me acuerdo de Peeta… ¿dónde estará? Me he vuelto tan dependiente de su compañía tanto que su falta, me hace mal. Él siempre ha sido como esa roca firme, esa persona constante y segura que está ahí cuando quiera que lo necesito, con su amable sonrisa, sus calmantes palabras, su cariñosa mirada, su suave toque… un escalofrío me recorre al pensar en la noche anterior… sus dulces labios… Cada día me rectifico más: sin él, simplemente estaría hundida en la locura.

—Katniss, querída mía… —dice Clare de pronto, haciendo que salga del estupor en el que me encontraba momentos atrás. Dirijo mi mirada en su dirección y noto que el hombre se ha sentado en la silla al lado de ella y mira al suelo, no sé si en signo de vergüenza o nerviosismo. —Te quiero presentar a Marcus… mi hijo. —señala a su costado, con una mirada cautelosa en dirección a Marcus.

El aludido levanta la cabeza y clava la mirada en mi rostro. Me siento encoger un poco en mi asiento por la profundidad de esos ojos verdes, ojos heredados de mi gran amigo George. Es asombroso el parecido con él, es robusto, aunque no gordo, pómulos alzados… pero lo más inquietante es su mirada… no sabría decir qué es lo que transmite… sí, veo dolor y sufrimiento, e incluso un poco de vergüenza… pero más allá veo… ¿reconocimiento? O…

Envío todos esos pensamientos al fondo de mi mente, ¿reconocimiento? ¿En serio? Bueno, soy Katniss Everdeen, el sinsajo, no creo que haya alguien que no me reconozca, pienso con amargura.

—Hola. —digo simplemente. Pocas palabras, esa soy yo.
—Un gusto señorita Everdeen, —dice Marcus en voz baja y algo… ¿reverencial?
Asiento, perdida sobre qué más decir. Me vuelvo a revolver un poco más incómoda en mi asiento debido a que su taladrante mirada verde sigue fija en mí. Clare, dándose cuenta de esto, toma el brazo de Marcus y lo hace poner de pie junto con ella.

La sra Ganger se ve un poco afligida. Me pregunto por qué será hasta que recuerdo lo que me había dicho justo antes de que Marcus irrumpiera en la estancia. La verdad era que no parecía muy feliz hablar de su hijo… ¿Tendrá esto que ver con la vergüenza reflejada en la mirada de dicho hombre?

—Necesitamos hablar, Marcus. —dice con voz firme pero a la vez suave. El hombre asiente una vez y hace el amago de salir por la misma puerta por la que entró pero Clare vuelve a hablar, esta vez en mi dirección—. Querida, ¿podrías hacerte cargo del negocio por unos momentos? —pronuncia en voz baja, casi como suplicándome.

Sin comprender, muevo mi cabeza en afirmación y, con una mirada agradecida, Clare se vuelve hacia la puerta y sale del negocio con su hijo. En el último segundo, Marcus gira su cabeza y me dirige una mirada fugaz. ¿Fueron mis ojos o acaso me sonrió? Ya es mediodía, el sol tuvo que haber reflejado mal mi visión. Sacudiendo mi cabeza, me levanto de la silla y recojo las tazas olvidadas de té. Manteniendo mi mente despejada regreso a la cocina a lavar los pocos trastos que hay regados por allí.

Una punzada cruza mi pecho al entrar en dicha estancia. Recuerdos de mi tiempo aquí con George me inundan y una nube de nostalgia cubre mi cuerpo entero sin poder evitarlo. ¿Qué se supone que haré ahora que él ya no está? Peeta siempre se ha encargado de ayudar a Clare en la repostería… ¿seguirá el restaurante funcionando? Hago una nota mental de preguntárselo a Clare una vez la vea de nuevo. Aunque no creo que eso sea pronto… esa charla con su hijo se veía como si no fuera a demorar poco.

Me dedico a limpiar la cocina, trabajando casi robóticamente e intentando ignorar los retazos de memoria que llegan a mi mente en los momentos menos esperados. Cuando mi mirada se cruza con la hora, me sorprendo al ver que ya son más de las cuatro de la tarde. Seco mis manos y me dirijo a la parte delantera del negocio, encontrándolo todo tal como lo dejé horas atrás.
Organizo un poco las mesas y pego un brinquito cuando suena la campanita anunciando la llegada de alguien. Me volteo y vislumbro una pequeña niña cargando con ella un cesto en miniatura y caminando hacia el mostrador.

—Hola, Katniss —saluda la niña pelirroja con toda naturalidad.
—Ho… hola. —respondo un poco en shock.
—Mis padres me enviaron por unos ponqués de melocotón, ¿sí hay?
—Sí creo que sí, —digo en el acto— ¿Cuántos quieres?
—Tres, —responde ella con una pequeña sonrisa en su redonda cara. Por algún motivo me parece vagamente familiar…

Me vuelvo a buscar en los estantes, demorándome un poco puesto que es la primera vez que atiendo clientes cara a cara, aparte que no sé muy bien dónde están las cosas. Después de unos segundos regreso al mostrador y le entrego su pedido, ella me da el dinero a cambio, dice las gracias y se da la vuelta para irse… sin embargo a último momento se gira y abre la boca como para decir algo.

—N… no —titubea ella un poco— No estés triste más, Katniss. —dice, notando e ignorando el aturdimiento en el que sus palabras me acaban de dejar— Son nuevos tiempos, gracias a ti, no los gastes en la tristeza… Sé feliz. —termina ella con una sonrisa tierna en su rostro redondo. Sin decir más, ni esperar respuesta de mi parte, sale por la puerta, dejándome en el más absoluto desconcierto.

Al rato, la puerta vuelve a abrirse y esta vez entra Clare, pareciendo exhausta. Me sorprende un poco verla sin el hombre pero no menciono nada.

—Sra Ganger… —digo, caminando rápidamente hasta alcanzarla. La tomo con cuidado del brazo y la obligo a sentarse en una silla cercana. — ¿Se siente bien? ¿le traigo algo para beber?
—Katniss, ¿me ayudarías a llegar a mi habitación? —responde ella con la voz algo apagada.

Sin decir una palabra más, la levanto de nuevo y subimos con cuidado las escaleras en forma de caracol que llevan hasta la pequeña habitación. La ayudo a recostarse y le quito los zapatos para que pueda dormir liviana. Al final, la cubro con las gruesas sábanas grises y ella musita un bajo gracias. No puedo evitar sentir admiración hacia Clare. Es una mujer fuerte, eso no hay que negarlo, pero también tiene su lado frágil… De pronto recuerdo a Mags, en los segundos juegos… siento mi cara contorsionarse con la memoria… la valiente Mags. Definitivamente mujeres como ellas ya pocas quedan.

Cuando estoy a punto de irme, Clare toma mi mano. —Katniss… vino… mi hijo… regresó —susurra con los ojos cerrados, hasta creería que está soñando.

Apretándole la mano una última vez, salgo por la puertecita y bajo las escaleras, encontrándome con la visión de un Peeta de espaldas organizando cosas en el mostrador.

Sin saber realmente por qué, o tal vez sí, me lanzo a su espalda y lo abrazo por detrás en un abrazo demoledor. Los eventos del día han absorbido toda mi energía y no quiero nada más en este momento que tenerlo envuelto entre mis brazos. Siento su espalda tensarse un momento debido a la sorpresa pero luego se relaja a notar que soy yo. Cubre mis manos con las suyas y lo siento apretándose más a mí.

—Pensé que ya te habrías ido… —dice en voz bajita.
—Te estaba esperando para irnos… —respondo, inhalando el dulce aroma de canela y eneldo que destila de su suave camisa.
—Lamento no haber aparecido por aquí… Los señores Quant tenían unos negocios que atender y necesitaban mi ayuda… —dice Peeta, dándose la vuelta entre mi abrazo. — ¿Cómo estás? —inquiere, examinando mi cara.
—Bien… en lo que cabe… —murmuro, mirando al suelo. — Clare acaba de acostarse.
—Lo entiendo… me hubiera gustado pasar un poco más de tiempo con ella.
—Igual no creo que hubieras podido… —digo, levantando mi mirada— Hoy regresó su hijo.
—Eso oí.
— ¿Ah sí? ¿Dónde? —inquiero, curiosa.
—Los vieron caminando por la plaza, al parecer el hombre no se aparecía por aquí en mucho tiempo, al menos eso dijo la sra Quant. —dice Peeta, apartando uno mechones de cabello de mi frente— La verdad era que estaban sorprendidos, y hasta algo recelosos, podría decir… —termina Peeta, con una mirada pensativa.
— ¿Recelosos?
—La verdad no sé. No dijeron más nada. —responde Peeta, desprendiéndose de mi abrazo, frío me recorre entera con la ausencia de su piel. —Mejor vámonos, es tarde.
Aún con el tema inquietándome un poco, lo olvido de momento y me dirijo a recoger mi chaqueta, reuniéndome con Peeta en la salida trasera del negocio, después de haber cerrado todo con candado.
Afuera, el atardecer se ha pintado de un naranjado brillante y, en la distancia el azul oscuro de la noche hace su lenta aparición anunciando la llegada de la noche. A esta hora, las calles están un poco vacías, lo cual agradezco, sigo sin querer miradas quisquillosas sobre mí. Con toda la naturalidad del mundo, Peeta entrelaza su mano con la mía y nos lleva de camino a la Aldea de los vencedores. Agradezco la tenue oscuridad ya que pudo ocultar un poco el rubor que causó su acción. Antes de hoy, él sosteniéndome la mano era algo normal, casi inocente, pero ahora, con todo lo que ha pasado, no puedo evitar pensar que tiene un significado mucho más profundo.

No hablamos en el camino. La compañía del otro siendo suficiente. Al llegar a la casa, Peeta me pregunta si quiero comer, a lo que responde casi ansiosamente, de pronto recordando que con tantas cosas olvidé comer. El apetito simplemente en la parte trasera de mi mente. Desde lo de George… el cuerpo humando puede ser sorprendente, a cualquier persona, a estas alturas sin comer, se hubiera desmayado. Supongo que la costumbre tiene algo que ver, después de todo yo más que nadie sabe lo que es aguantar hambre. Aunque en esta ocasión haya sido por causas puramente ajenas a cosas como la falta de comida o dinero. Sino más bien un ayuno autoimpuesto.

Subo las escaleras y me dirijo al baño, tomándome mi tiempo en la ducha para lavar no solo mi cuerpo, sino también mi mente. Salgo refrescada, con la mente en blanco pero tranquila y me cambio a ropa para dormir, después de todo no es como si fuera a salir de nuevo. Al bajar al primer piso y entrar a la cocina el olor a comida recién hecha inunda mis fosas nasales y la boca se me hace agua. Me sorprendo aún más al notar la mesa llena de comida. En el centro un gran cuenco lleno de lo que imagino serán chuletas, a un lado en otro cuenco trozos de pan, junto a éste un poco de patatas con verduras y hasta un trozo de torta de mango en un plato aparte.

—Peeta… —musito, asombrada. Él está de espaldas y al escucharme se vuelve trayendo con él dos vasos y ubicándolos en la mesa para después sentarse en una de las sillas. — ¿Por qué tanta comida?
—No has probado bocado en días, Katniss, así que mejor ven, siéntate y come propiamente. —dice él con una media sonrisa, pero también con un tono comandante en su voz.
—Vaya, como diga, señor, —respondo con ironía y me siento a su lado. Él solo sonríe más ampliamente cuando me ve atiborrarme con la comida. ¿En qué momento hizo todo esto? Ni idea, pero mejor no desperdiciarlo.
Cuando terminamos de comer, la mesa ha quedado vacía, no era solo yo la que tenía hambre, puedo ver en la expresión de Peeta lo satisfecho que quedó.
—Todo te quedó delicioso, —digo mirándolo con admiración.
—Gracias, me alegro que te haya gustado —responde él suavemente, levantando su mano derecha y quitando una mancha de ¿comida? Justo al borde de mi boca. Me ruborizo un poco y bajo la mirada, algo avergonzada.
—Déjame a mí lavar los platos, —digo, para romper el repentino silencio.
—De eso nada, ya has tenido mucho el día de hoy, —y se levanta de la silla sin decir nada más ni esperar objeción.

Al verlo levantarse y organizar todo, me pregunto… ¿qué haría yo sin él? Él sabe que me pasa algo incluso antes de que yo me dé cuenta, sabe que necesito un abrazo sin siquiera decirlo, tiene las palabras correctas para calmarme en el momento correcto…

Levantándome y sin pensarlo dos veces, me acerco hacia donde está inclinado en la encimera y le estampo un beso en su mejilla. Él brinca asustado pero antes de decir nada, salgo prácticamente corriendo de la cocina directo a mi habitación.

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Ya acostada en mi cama, me muevo varias veces en ella buscando el calor con el que me duermo siempre… ¿Vendrá Peeta? Ya ha pasado una hora creo y nada que lo siento hundirse en el colchón a mi lado…

Cuando estoy a punto de levantarme y averiguar, la puerta se abre silenciosamente y un cambiado en pijamas Peeta entra con pasos lentos. Ve que estoy despierta y sonríe. Le correspondo.

Como siempre, siento su peso hundirse a mi lado derecho en la cama y recostarse. Casi como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, nos giramos al mismo tiempo hacia el otro y nos acercamos hasta dar con el cuerpo de cada uno, envolviendo los brazos uno en el otro. Respiro hondo su aroma, ahora mezclado con el jabón de la ducha.

—Ya iba a bajar a buscarte, —murmuro contra su pecho musculado.
— ¿Extrañándome tan pronto? —bromea con voz ligera.
—Oh, calla… — y le doy un breve golpecito en el brazo.
Después de un tiempo, oigo su respiración ralentizarse.
—Katniss… ¿cómo estás? —vuelve a repetir la pregunta que me hizo en la panadería-repostería.

Esto es de lo que hablo. Este es el Peeta que me conoce, atento y cariñoso que se preocupa por mí. Y yo no puedo estar más que agradecida.

—Pues justo ahora, en este momento… —y lo aprieto contra mí para más rectificación — Estoy bien.

Alzo la mirada para encontrarme con su hermosa mirada azul. Con ese brillo que creí perdido.

—Hoy pasó algo raro… —comienzo, de repente recordando y necesitando contárselo — Llegó una niña al negocio y pidió unos ponqués…
— ¿Y qué tiene eso de raro? —pregunta, acariciando mi brazo lentamente.
—Fue lo que me dijo al final… —trago, pero me obligo a seguir—. Que ya no estuviera más triste… y que sea… feliz… —digo ahora, roja como un tomate— ¿Acaso no es eso raro?
—Yo no le veo nada de raro… —dice él, ahora acariciándome la cara con cariño— Todo el que te conozca querrá eso para ti… y creéme, hay mucha gente que te conoce, al menos en ese sentido.

Las palabras de Peeta me llegan, como siempre. Decido olvidar todo el acontecimiento, después de todo, en la vida a veces pasan cosas que simplemente no necesitan tanta explicación.

Rindiéndome a otra necesidad, ya me es imposible retrasarlo con su cálida compañía, me inclino los pocos centímetros que nos separan y sello suavemente sus labios con los míos. Ya ninguno de los dos se sorprende, ya que es algo que ambos de hecho, esperábamos. Me separo un poco solo para que poco después sea Peeta el que se inclina de nuevo y me bese con una delicadeza que hace que se me ericen hasta los dedos de los pies. Contrario a la noche anterior, esta vez es más suave, mucho más suave y no me sorprende en absoluto el derretirme de la misma manera que si fuera un beso acalorado.

De nuevo me pregunto, ¿qué haría yo sin él?

Y vuelvo y me respondo: simplemente estaría loca.




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Resultado de imagen para katniss y peeta


fuente: uk.pinterest.com


Notas: Bueno, mis lectores, eso fue todo por hoy, espero no me tiren tantos tomatazos u.u nos leemos en el próximo capi...



Y claro, como siempre...

¡Que la suerte esté siempre de vuestro lado!


Carolina